Entendemos que este mundo está regido por un sistema criminal, una forma de vivir sobre la base del lucro individual y la explotación del prójimo; características que arrojan lo peor de la condición humana. Esto se evidencia tanto en nuestra vida como en los hechos globales que afectan al sistema como tal.
Nuestra opinión
A partir de esto, surge un primer punto: nuestra absoluta disconformidad con la actual situación. No estamos conformes y nos rebelamos contra el estilo de vida impuesto, donde nuestro futuro es una condena a la muerte por hambre o contaminación –entre otras- o a la vida sumergida en la monotonía y el vacío; donde el único progreso permitido es de esencia material excluyente, imponiendo reglas de competencia envilecida, donde lo individual excluye el concepto de bien común. De la misma manera, reafirmamos el reconocimiento del derecho que nos asiste a todos a disfrutar por igual de los recursos naturales que forman parte del territorio donde vivimos, y nos oponemos a las consecuencias del incumplimiento de ese derecho inalienable: millones de seres humanos padeciendo insuficiencias alimenticias en cantidad y calidad, frío o calores extremos, enfermedades prevenibles y una significativa ausencia de amor. Esto es si no encuentran una de las mil formas de morir de un desposeído en esta sociedad, determinada por políticas exterminadoras de “los que sobran para no achicar el reparto”.
No nos agrupamos para cambiar simples aspectos de este sistema o embellecerlo.
Nos agrupamos en tanto hacemos una crítica estructural y de llano contra el modo de vida que nos ofrecen los grupos de poder y el sistema que rige actualmente.
Nuestras reivindicaciones
Somos conscientes de la historia que nos precede, de quienes ofrendaron y ofrendan hoy en día sus vidas, desde su más sincera humildad, a la ciclópea tarea de intentar cambiar la realidad creada por el individualismo exacerbado y egoísta, luchando contra la opresión rebelándose contra las injusticias, trabajando para construir una alternativa basada en el bien común.
En este sentido, creemos en la fuerza creativa y transformadora de los pueblos, de las masas, de los trabajadores, como sujetos revolucionarios, en pos de concretar una sociedad justa, libre y soberana.
Por lo tanto, no creemos en las vanguardias iluminadas que pretenden dirigir al pueblo y enseñarle cómo hacer la revolución y cómo liberarse. El cambio se lleva a cabo, acompañando al pueblo, ni un paso atrás ni uno adelante, formando parte de él, asumiendo la identidad cuerpo a cuerpo.
El pueblo latinoamericano, al que el argentino pertenece, posee una importante y heroica trayectoria de lucha y resistencia frente a la opresión.
Sabemos que estos son movimientos históricos que lucharon por la liberación y la libertad que, sin embargo, no estuvieron exentos de contradicciones. Con plena conciencia de eso, creemos que de ellos se puede aprender y construir una nueva alternativa. Es en esa tradición de lucha por la liberación que queremos inscribir la nuestra, como una continuación histórica de la misma.
Nuestra visión de América Latina
El continente es, como desde hace largos siglos, azotado constantemente por entrega, saqueo e injusticias. Está hundido en la pobreza estructural y en la desigualdad, con el visto bueno de los imperios de turno que, como no puede ser de otra forma, están en concordancia con las oligarquías locales y las clases políticas parasitarias y cómplices.
Hoy, frente a una oleada de gobiernos pseudo progresistas, encontramos que la situación de fondo no se ha modificado en lo absoluto. Hay sin embargo, países que han iniciado un aparente y discutible proceso de cambio, como Bolivia, Venezuela o Ecuador. A pesar de la salvaje oposición y constantes ataques por parte del imperio estadounidense y sus aliados, tanto locales como extranjeros, los pueblos de dichas regiones se han hecho valer resistiendo y fomentando los movimientos liberadores. Estos son los procesos que apoyamos, en tanto representan una esperanza para todo el continente.
Nuestra visión de Argentina
En nuestro país, hubo un punto de quiebre luego del proceso iniciado en 2001 bajo la consigna “que se vayan todos”, que hacía clara alusión a la clase dirigente rentista y parasitaria que, tras la vuelta de la democracia, sólo condujo por el camino “democrático” e “institucional” los designios coloniales y antipopulares cuyas bases vino a implementar la dictadura genocida de 1976.
Siguiendo esta línea, en 2003 comenzó la era kirchnerista, gestando un ficticio mar de esperanza en millones de trabajadores y trabajadoras, fundada en una retórica progresista que evocaba lo mejor de la generación de los 70, aquella que dio todo por la liberación del pueblo.
Años después, no sólo podemos afirmar que no ha cambiado la situación de fondo –ya que este no es ni por asomo un gobierno en pos del pueblo- sino que, en varios aspectos, se han profundizado políticas de neto corte antipopular e imperialista, es decir, una etapa más del saqueo iniciado en la dictadura.
La oposición que el sistema nos pretende vender, tampoco la supera, y en muchos aspectos, es incluso peor. Bajo un manto de supuesta apoliticidad, quieren venderle al pueblo líderes cuyos apellidos figuran entre aquellos responsables de su miseria, de sus ausencias y desgracias. Representantes del FMI, de las patronales, del empresariado, de la derecha liberal o la derecha conservadora, que pretenden que el pueblo firme su propio certificado de defunción.
No se puede transformar la realidad con una clase dirigente que se llena la boca de palabras ajenas y las ensucia, ni con la clase que encarna a los sectores que históricamente fueron responsables del mutilamiento del pueblo, ni con una clase que pretende hacer de la sociedad una construcción histórica con valores e idearios que le son totalmente ajenos, fuera de los contextos históricos, políticos y sociales.
Sí creemos en la política. No creemos en esta política, totalmente corrupta, individualista y miserable. Para cambiar nuestra situación hay que acabar con la vieja clase política, sus prácticas y sus personajes.
Nuestra propuesta
Construir nuevos canales de participación y democratización, así como reinventar prácticas para un nuevo modelo de nación, participativa, justa y solidaria. Esto es posible en tanto el pueblo tome en sus manos la misión de transformarla, sin intermediarios.
Para esto, nos proponemos tres ejes de acción:
Universitario
Queremos refundar la universidad pública, que sea accesible para todos –lo que incluye, claramente, a los hijos de los trabajadores, ocupados y desocupados-. Nos oponemos al elitismo imperante y a la privatización silenciosa.
No queremos que esta sea un instrumento que alimente a la clase política corrupta anteriormente descripta, ni que sea garante del sistema vigente como formadora de cuadros técnicos, políticos y filosóficos que lo encabezan y perpetúan.
A la vez, cuestionamos y nos preguntamos cuál es el fin de nuestra formación, a qué proyecto de país queremos contribuir y cuál debe ser el rol de la universidad pública y el modelo educativo impartido en ella. En este sentido, tomamos distancia de la agenda que proponen desde las prácticas de la vieja política y las discusiones estériles y mezquinas que algunas corrientes y expresiones políticas del ámbito universitario, que se reivindican de izquierda, plantean. Consideramos que esto sólo contribuye a alejar a la universidad y el movimiento estudiantil de las mayorías populares y la realidad política.
Cultural
Creemos que la cultura, entendida como un modo de expresión específicamente humana, es una herramienta muy poderosa que está siendo utilizada en todo su esplendor por aquellos que oprimen al pueblo.
Estamos en presencia de una dictadura de los medios de comunicación al servicio del poder, amparada en el constante bombardeo de imágenes y palabras infames y mentirosas desde la televisión –principalmente-, radio, cine y periódicos tendiente al vaciamiento espiritual de la vida, a marcar la agenda política, a crear e infundir miedo, a distraer de las cuestiones centrales y esparcir la ideología dominante para hacerla propia en cada uno. Por todo esto creemos primordial la formación de una contracultura, una contrainformación de carácter popular, que sirva como herramienta de lucha y afirmación de nuestra propia cultura e identidad. Por eso es vital la lucha contra los medios de comunicación concentrados y los grandes grupos económicos que manipulan día a día la información, en pos de democratizarla y fortalecer una cultura más humana, social y solidaria.
Territorial
El contacto con nuestro pueblo, con los trabajadores y desposeídos de nuestra sociedad, es vital para sentirnos parte de él y hacernos uno mismo. Hay que poner en práctica la solidaridad activa y operar directamente sobre la realidad, con el fin de transformarla.
El trabajo territorial es parte de la formación política de un militante, para poder aprender del pueblo. A la vez, consideramos que entablar y estrechar estos lazos es fundamental para superar la escisión entre universidad y pueblo.
Emprendemos este camino, convencidos de nuestra voluntad de transformación de la realidad, acompañando al pueblo en el largo y arduo camino de la liberación. El objetivo es claro, y no tiene vueltas.
Porque nos reivindicamos una Corriente Popular por la Liberación, que se propone combatir en tanto parte del pueblo, a los enemigos internos y externos para avanzar en la simple idea de un mundo donde la vida sea digna de ser vivida por todos los hombres y mujeres que lo habitan.
¡Ni un paso atrás! ¡Las mismas banderas, la misma lucha!
Libres o muertos: ¡Jamás esclavos!